(A propósito de La Experiencia de Toñito Cabanillas)
J.S. Lucerna
2006, Derechos Reservados
Hace falta algo como La Experiencia de Toñito Cabanillas. En un mundo donde el reggaetón pierde su vitalidad, y la ideología ético-consumista y moralista lo aborda y ultraja (gracias a Residente y su Calle 13), La Experiencia no reclama otredad.
No hay ni puede haber otredad cuando el vehículo utilizado es el punk. ¿Cómo puede pensarse que este régimen estético del aparato rock provee el artificio de la salida marginal cuando Green Day hoy día es pop? El punk ya no produce distancia crítica, desdoblamiento cínico. El punk y la ideología del “do-it-yourself” es el ethos del capital líquido. Desafectado de los vínculos modernos y convencionales del Estado, el capital líquido impone sus propias reglas de producción. Construye cadenas cual preescolar que juega a edificar castillos con bloquecitos Lego. Establece flujos, máquinas deseantes, en abierto desafío a las leyes de gravedad modernas sobre la atracción al centro-Estado. ¿No fue exactamente eso a lo que incitó la revolución punk de finales de los setenta? “Do-it-yourself”: no pidas permiso. ¡Dios ha muerto!
¿Por qué insistir en el “afuera?” La implosión no es más que la concreción de las leyes físicas que gobiernan la ingobernabilidad de los agujeros negros. Esa perecedera estrella atrae todo a su paso, lo lleva a su centro en un intento por imponer continuidad a su una-vez-organizada-y-jerarquizada-lógica-de-existencia. Querer, quedar o estar al margen se convierte en quimera. En la medida que los signos se encadenan ad infinitum (Baudrillard), y el mal se torna transparente, la diferencia queda expuesta como delirio, aquello que parecía, pero que realmente no es.
Así, la reiteración estridente es ethos, es voluntad de repetición hasta la saciedad, anuncio de implosión. El discurso olvidado se torna pertinente, no por contenido, sino por persistente. No quiere que se olvide. Sus exponentes (Joey, Memo y Joel), no están dispuestos a pasar por desapercibido.
¿Y por qué exponer su arte marginalmente? Cierto, La Experiencia no es Fiel a la Vega, La Secta o Circo. Es lo que es. No hay pretensiones de originalidad. Es punk, nada más que eso. No hay delirio de ilusión. ¿Por qué habitar el espacio de lo masificado (a veces mal llamado “popular”)? ¿Por qué querer hacerlo? ¿Para mostrar la diferencia? Pero, ¡es que no hay diferencia!
Mejor habitar espacios semi-oscuros, cerca de las ruinas de algún alcantarillado defectuoso. Transitar por territorios extraviados, donde el alumbrado no funciona y algún salidero de agua nos recuerda el olvido. Si allí se expresa La Experiencia, armoniza distorsionadamente su música, vocifera su discurso en ocasiones trillado, es para recordar que en esos lugares también Dios ha muerto. El Capital líquido existe y la otredad sigue siendo una quimera. Después de todo, allí están ellos.
2006, Derechos Reservados
Hace falta algo como La Experiencia de Toñito Cabanillas. En un mundo donde el reggaetón pierde su vitalidad, y la ideología ético-consumista y moralista lo aborda y ultraja (gracias a Residente y su Calle 13), La Experiencia no reclama otredad.
No hay ni puede haber otredad cuando el vehículo utilizado es el punk. ¿Cómo puede pensarse que este régimen estético del aparato rock provee el artificio de la salida marginal cuando Green Day hoy día es pop? El punk ya no produce distancia crítica, desdoblamiento cínico. El punk y la ideología del “do-it-yourself” es el ethos del capital líquido. Desafectado de los vínculos modernos y convencionales del Estado, el capital líquido impone sus propias reglas de producción. Construye cadenas cual preescolar que juega a edificar castillos con bloquecitos Lego. Establece flujos, máquinas deseantes, en abierto desafío a las leyes de gravedad modernas sobre la atracción al centro-Estado. ¿No fue exactamente eso a lo que incitó la revolución punk de finales de los setenta? “Do-it-yourself”: no pidas permiso. ¡Dios ha muerto!
¿Por qué insistir en el “afuera?” La implosión no es más que la concreción de las leyes físicas que gobiernan la ingobernabilidad de los agujeros negros. Esa perecedera estrella atrae todo a su paso, lo lleva a su centro en un intento por imponer continuidad a su una-vez-organizada-y-jerarquizada-lógica-de-existencia. Querer, quedar o estar al margen se convierte en quimera. En la medida que los signos se encadenan ad infinitum (Baudrillard), y el mal se torna transparente, la diferencia queda expuesta como delirio, aquello que parecía, pero que realmente no es.
Así, la reiteración estridente es ethos, es voluntad de repetición hasta la saciedad, anuncio de implosión. El discurso olvidado se torna pertinente, no por contenido, sino por persistente. No quiere que se olvide. Sus exponentes (Joey, Memo y Joel), no están dispuestos a pasar por desapercibido.
¿Y por qué exponer su arte marginalmente? Cierto, La Experiencia no es Fiel a la Vega, La Secta o Circo. Es lo que es. No hay pretensiones de originalidad. Es punk, nada más que eso. No hay delirio de ilusión. ¿Por qué habitar el espacio de lo masificado (a veces mal llamado “popular”)? ¿Por qué querer hacerlo? ¿Para mostrar la diferencia? Pero, ¡es que no hay diferencia!
Mejor habitar espacios semi-oscuros, cerca de las ruinas de algún alcantarillado defectuoso. Transitar por territorios extraviados, donde el alumbrado no funciona y algún salidero de agua nos recuerda el olvido. Si allí se expresa La Experiencia, armoniza distorsionadamente su música, vocifera su discurso en ocasiones trillado, es para recordar que en esos lugares también Dios ha muerto. El Capital líquido existe y la otredad sigue siendo una quimera. Después de todo, allí están ellos.