jueves, septiembre 28, 2006

RELATO 2: “SI TE GUSTA LO PROHIBIDO, NO ESCUCHES LA EXPERIENCIA”



(A propósito de La Experiencia de Toñito Cabanillas)
J.S. Lucerna
2006, Derechos Reservados

Hace falta algo como La Experiencia de Toñito Cabanillas. En un mundo donde el reggaetón pierde su vitalidad, y la ideología ético-consumista y moralista lo aborda y ultraja (gracias a Residente y su Calle 13), La Experiencia no reclama otredad.

No hay ni puede haber otredad cuando el vehículo utilizado es el punk. ¿Cómo puede pensarse que este régimen estético del aparato rock provee el artificio de la salida marginal cuando Green Day hoy día es pop? El punk ya no produce distancia crítica, desdoblamiento cínico. El punk y la ideología del “do-it-yourself” es el ethos del capital líquido. Desafectado de los vínculos modernos y convencionales del Estado, el capital líquido impone sus propias reglas de producción. Construye cadenas cual preescolar que juega a edificar castillos con bloquecitos Lego. Establece flujos, máquinas deseantes, en abierto desafío a las leyes de gravedad modernas sobre la atracción al centro-Estado. ¿No fue exactamente eso a lo que incitó la revolución punk de finales de los setenta? “Do-it-yourself”: no pidas permiso. ¡Dios ha muerto!

¿Por qué insistir en el “afuera?” La implosión no es más que la concreción de las leyes físicas que gobiernan la ingobernabilidad de los agujeros negros. Esa perecedera estrella atrae todo a su paso, lo lleva a su centro en un intento por imponer continuidad a su una-vez-organizada-y-jerarquizada-lógica-de-existencia. Querer, quedar o estar al margen se convierte en quimera. En la medida que los signos se encadenan ad infinitum (Baudrillard), y el mal se torna transparente, la diferencia queda expuesta como delirio, aquello que parecía, pero que realmente no es.

Así, la reiteración estridente es ethos, es voluntad de repetición hasta la saciedad, anuncio de implosión. El discurso olvidado se torna pertinente, no por contenido, sino por persistente. No quiere que se olvide. Sus exponentes (Joey, Memo y Joel), no están dispuestos a pasar por desapercibido.

¿Y por qué exponer su arte marginalmente? Cierto, La Experiencia no es Fiel a la Vega, La Secta o Circo. Es lo que es. No hay pretensiones de originalidad. Es punk, nada más que eso. No hay delirio de ilusión. ¿Por qué habitar el espacio de lo masificado (a veces mal llamado “popular”)? ¿Por qué querer hacerlo? ¿Para mostrar la diferencia? Pero, ¡es que no hay diferencia!
Mejor habitar espacios semi-oscuros, cerca de las ruinas de algún alcantarillado defectuoso. Transitar por territorios extraviados, donde el alumbrado no funciona y algún salidero de agua nos recuerda el olvido. Si allí se expresa La Experiencia, armoniza distorsionadamente su música, vocifera su discurso en ocasiones trillado, es para recordar que en esos lugares también Dios ha muerto. El Capital líquido existe y la otredad sigue siendo una quimera. Después de todo, allí están ellos.

sábado, septiembre 23, 2006

RELATO 1: REACCIÓN ENCADENADA

(A propósito de Ávalo, French y Ramos)

J.S. Lucerna
2006, Derechos Reservados


De entrada
Pensemos que el arte abstracto en su inserción, y como nos dice Habermas en Problemas de Legitimación en el Capitalismo Tardío (1973), trató sobre la culminación del dictum l’art pour l’art, donde se revela la verdad de que el objeto de arte, en la sociedad burguesa, no expresa la racionalización propia del sistema, “sino sus sacrificios irredimibles: las crudas experiencias de lo inmisericorde, y no el esotérico cumplimiento de gratificaciones que se pretende diferidas, pero que jamás se concretan.” Habermas acusa que mucho antes de la “era de su reproducibilidad técnica” (Benjamin), “el arte moderno había eliminado el aura del arte burgués clásico, en cuanto la obra hizo transparente el proceso de su producción y se presentó como algo fabricado.” Ante tal suceso, el arte abstracto, quizá en mayor medida que el surrealismo, muestra “el momento histórico en que el arte modernista rompe programáticamente la crisálida de una apariencia que ha dejado de ser bella, y se vierte desublimadamente en la vida.” En fin, la embestida abstracta procuró asaltar al sujeto, mostrarle la crudeza de la razón instrumental insinuando la posibilidad de su abolición.

¿Cuál, si alguno, sería el saldo (o balance pendiente) del arte abstracto en un mundo cosificado donde los signos se encadenan ad infinitud? El asalto y la denuncia a propos (y en virtud) del sujeto carece de pertenencia y sentido en el presente. La vitalidad que le inyectó urgencia a la imputación yace fosilizada en las higiénicas paredes de los museos. ¿Qué nos queda? ¿Puede ya no rescatarse sino revivirse el espíritu de la acusación escandalosa?

La escena del crimen
En un espacio que cada día tiende más a la simplificación, que responde a la cuadrícula como norma y a la imposición de la forma (como ethos), la exposición colectiva Reacción se convierte en comentario; tres para ser más justos. French, Ávalo y Ramos son poetas, muy a su modo, del desencantado espacio que habitamos. Retoman la fuerza de la abstracción, no con el propósito de crear disonancias en el espectador sobre su atribulada existencia, sino para atormentar el espacio que se impone sobre el sujeto en estos días.

Quizá la forma se percibe con mayor claridad en Ávalo, pero está presente en la horizontalidad de Ramos y en las ausencias que crea en su obra French.

French
Inspirado en la filosofía Zen y las espiritualidades orientales, Eric obliga a repensar la forma, negándola y refugiándose en la figura del ser que se pierde en un espacio que le resulta ajeno. No es ajena a nuestra experiencia de lo cotidiano. Después de todo, transitamos en cubos (carros) hacia rectángulos (edificios, oficinas) para luego ir a formas geométricas un tanto más “complejas” (el mall), y después regresamos al cuadrado de nuestro espacio vital/virtual (casa). Quizá Eric añora volver a perderse como cuando niño. Pero al evocar la no-forma (como al negarse a titular una obra) se libera de las formas cuadrantes. Sus colores, (livianos, imprecisos, y con escaso uso del negro), y plasmados en papel, claman por retomar la no forma y erguirse como contrapeso del abrumador espacio cuadrante, siempre esclavizado por la forma.

Ramos
Quizá el problema no sea que la cuadrícula, figura del “speech” unidimensional, quede cautiva del mapa. El rectángulo, el cuadrado, en fin la forma no resiste jerarquización, al igual que el tamaño del pene marca prestigio en la industria porno vulgar. Cuan alto sea el edificio (el rectángulo), cuanto más se acentúa el cubo (el automóvil), cuanto más volumen ocupe el cuadrado, mayor el prestigio.

Armado de un arsenal onírico multicolor, Ramos ordena las formas horizontalmente: así les niega su naturaleza jerárquica relativa. Las líneas no transitan ya de arriba hacia abajo; surcan de lado en lado, cual furgonero navegante en el océano que arroga rumbo preciso. Evocar el lenguaje onírico le permite abolir la jerarquía; aquí todos “somos iguales.” Las formas verticales se convierten en capas de experiencia, y la vida incolora retoma su brillantez. No es la negación del color de French; es todo lo contrario. Resulta casi infatuación, saturación. Ramos nos ahoga en color, queriendo despertar una reacción adversa, de repudio.

Pero aún las formas son retadas por Ramos. Sus obras parecen estar encadenadas (unas a otras) reclamando el inconsciente colectivo de Jung, versión onírica. Puede que varíen los colores pero siempre aparece la mancha, esa que nos ata al otro (el cuadro del lado, el que observa a nuestro lado) y que evoca la no-forma. En cierto grado, la mancha le une a French crea una especie de pauta discursiva que impone la continuidad, ya no por la línea o el trazado, sino por otros medios.

Ávalo
French prefiere la desorientación, Ramos los sueños. Pero lo de Ricardo es una embestida frontal a la forma. Hay denuncia de las formas que colonizan el espacio y depredan el territorio. Resulta fácil encontrarlas. Cubos por todas partes, rectángulos, la forma de la silla.

Pero Ricky rompe con el hábitat “natural” de la forma, crea discontinuidades, las remueve de su espacio. A veces las de-forma, o machaca la experiencia sobre ellas en forma de imperfecciones difusas. También se confunden sus elementos; el cemento, la macilla salen de la forma y se desparraman por doquier. El cubo es colocado en el medio sobre un pedestal, cual cadáver óseo de animal extinto, presto a observarse y cosificarse. Su composición ya no es el cemento o el cristal; ahora es madera color natural y lona. Hay un intento de ridiculizarla de la misma manera que la forma nos cosifica. La loza es desnudada, la continuidad del piso quebrada y colocada en la pared. Se introduce discontinuidad hasta en los materiales: la viga de acero trasciende su hábitat y se ve forzada a vivir en la madera.

Ávalo es un destructor presto a cosificar los objetos con tal de aplicar nuestra experiencia en contra de un espacio dominado por la forma.

Reacción
Quizá se trate de la re-acción (activación) de la pintura ante el “avance” de otros medios. Pero se nos antoja en pensar que puede ser una reacción al dominio que la forma impone sobre el espacio. Se ignora, se horizontaliza, se humilla.

Mejor aún, reacción del arte abstracto que ahora se presta en rebajar y humillar al objeto, en vez de sacudir al sujeto.

Info Adicional:
reaccionpr.blogspot.com
www.ricardoavalo.com